domingo, 10 de junio de 2012

Cóctel viajero

Londres, ciudad para perderse V:


Como decíamos ayer, estuvimos en una fiesta de karaoke estupenda de la cual participé.
Los días iban pasando en la capital del Támesis, aprovechando sus mañanas en clase y sus tardes conociendo la ciudad.
Estuvimos en: Tate Gallery una galería de arte contemporáneo con infinidad de retratos de un sinfin de personajes.
También fuimos al Museo de Historia Contemporánea, que recreaba escenas vividas por los ingleses en diversos conflictos bélicos en los que intervinieron activamente.

Los amigos japoneses seguían con su kimono perenne, ya eran todo uno: ellos y sus kimonos de colores chillones que hacían daño a la vista y a la estética.
Un asesor de imagen occidental no les habría ido mal, pero ellos como el anuncio: “gente sin complejos” pero eso sí sin whisky DYC. Por lo menos en la resi.

Japoneses aparte, echaron a unos paisanos españoles - cómo no - por dar ejemplo de civismo, convivencia, y respetar las normas de llegada cuando se salía por la noche.
Ya se sabe que a los españoles nos gusta poco la fiesta. Ellos tuvieron que buscarse otro sitio donde vivir el resto de su estancia.

Se acercaba el día de la fiesta en el barco, - qué guay en un barco - nunca había estado en una . Allí que fuimos con el resto de amigos internacionales, a hundir el barco de diversión.
Mi memoria desdibuja una escena típica del barco que no se me olvidará nunca, mi amiga y yo bailando con Laurent y Maurice que tenía un estilo propio, este último acentuado con la cerveza. Mi profesor en la barra fija con su cerveza en la mano, una compañera alemana hablando con él que le ponía ojitos. No es por nada, pero no parecía inglés en su forma de ser, mi profe era majo, sociable, educadamente encantador además de rubio con ojos azules. Un bombón anglosajón para la alemana, la alumna más mayor del grupo, que hacía muy buenas migas con él.
Recordando esta escena entre música, risas y bailoteando una canción repiquetea en mi cabeza. Siempre que la oigo después vuelvo al barco donde la oí la primera vez, es “Honey”, estilo pegadizo música disco y bailable desde luego. La cantante era una chica, aunque el nombre no lo he sabido nunca.

De repente, se encienden las luces del barco, a casa. Protestamos de manera internacional, es decir, entre silbidos y demás porque si llegamos a decir:”otra otra” no nos entiende ni el apuntador. No hubo manera las 2.00 de la mañana y a casa. ¿Pero esto qué es si en España los garitos cierran a las 4.30?
Así es Londres, los ingleses se beben la cebada en líquido habida y por haber pero pronto, a modo contrarreloj. A las 2 a recogerse.

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