domingo, 29 de abril de 2012

Cóctel viajero

Londres, ciudad para perderse IV:
                                                                                             
                                                                                                                                                                                                      
                                                                                          
Como decíamos ayer, estábamos en una residencia en Londres compartiendo experiencias, aprendizaje del idioma, curso y vivencias nuevas con gran multitud de personas de diferentes países.
Para refrescar la memoria, había desde franceses hasta japoneses. Sus kimonos perennes todos los días te daban los buenos días y las buenas noches, no distinguías sus caras era sólo el kimono sin más.

Después de las clases intensivas aprovechábamos las tardes para hacer turismo y seguir descubriendo Londres poco a poco. Una tarde soleada terminamos en Covent Garden donde un apuesto inglés nos indicó una cafetería en la que se comía la mejor tarta típica inglesa. Pues allá que fuimos, después de disfrutar del sol y la comida en el parque en el césped, terminamos tomándonos el café con su trocito de tarta.
Al volver en metro, hacíamos recuento de todo lo que faltaba por ver el museo de historia, "la city" e infinidad de sitios...

Pero en “la resi” como nosotras apenas hablábamos y no nos relacionábamos con gente, conocimos a unos amigos franceses Maurice y Laurent, entre muchos más. Con el 1º no parabas de reír un segundo, se iba a ir a su país en pocos días y había dedicado su estancia a estar con más franceses e ir de fiesta, y sólo habló inglés con nosotras. Lo malo es que se iba en dos días.
El 2º Laurent, más comedido, más tímido, correcto era la antítesis del otro por eso eran amigos. Lo que uno no se atrevía a decir lo decía el otro con buen humor.
Además también conocimos a unas chicas francesas, e italianos. Con los cuales mantuvimos contacto postal durante mucho tiempo.
Por cierto, en una de las salas de estar había una máquina donde ponías la música que querías. Mi amiga era fan de Dire Straits por esa época, ya no, y yo ya ni me acuerdo que soy muy despistada. Así que allí poníamos música también aparte de compartir charlas con amigos.

Una noche estábamos todos allí pues la sala era inmensa y había un concurso de karaoke. Es decir, quien quisiera tenía que cantar un tema a elegir con más personas.
Nosotras estábamos con nuestras amigas italianas, francesas y alemanas.
Cual fue mi sorpresa que quisimos cantar una canción de Madonna, mi amiga dijo que no, yo no estaba segura por el ridículo que iba a hacer,  pero dije allá voy, es una fiesta.
Atención subimos a cantar “La isla bonita” una francesa, una alemana y yo, parece un chiste pero no, fue real. La parte en español la bordé por eso querían que cantara, la parte en inglés tenía diferentes acentos: francés, alemán y español a elegir. Nos aplaudieron todos mucho, no sé si para reírse de nuevo de nosotras o porque realmente gustó y se divirtieron. En fín, me tembló todo, y los colores subían a mi cara como cuando exponía un trabajo en clase delante de los compañeros. Intentamos cantar otra canción en este karaoke internacional, pero el micro era un objeto muy valioso y difícilmente compartido.

Faltan más historias por relatar, más lugares por descubrir en Londres, y la fiesta en el barco que fue una de las experiencias más divertidas que tuvimos allí, entre multitud de ellas. Mañana más y mejor.

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